Con probabilidad uno de los mejores lugares de la geografía peninsular para la observación de grandes mamíferos, la Sierra de la Culebra es un espacio montañoso de altitud media, entre los 1.000 y los 1.200 metros, actuando como una zona de transición desde la meseta, compuesta por el mosaico de cultivos, riberas y bosques isla, biotopos clásicos de la comarca de Tierra de Campos y las altas, verdes laderas repletas de urces y robledales de Sanabria, de carácter, generalmente, más atlánticas.
Estas diferencias de altitud en un espacio relativamente pequeño y las caprichosas formas geológicas, fomentan una mayor diversidad de ecosistemas, y por ende de flora y fauna. Los frondosos bosques que se encuentran conforme se avanza hacia el norte, compuestos actualmente en su mayor parte por robles, pequeños retazos mediterráneos, pequeñas manchas de castaño y abedul y los bosques ripícolas ofrecen un refugio de gran interés para algunos de los mayores ungulados de nuestras latitudes, como el ciervo (Cervus elaphus), el jabalí (Sus scrofa) o el corzo (Capreolus capreolus), entre otros. Sin olvidar, a las masas forestales más extensas de esta sierra, compuestas por diferentes especies de pino que fueron plantadas mediante programas de revegetación a mediados del siglo pasado y que hoy suponen además un valor económico diferenciado de estas sierras pobres en otros recursos. Bosques que nada tiene que ver con la vegetación presente en la zona antiguamente, dónde los robles rebollos formaban masas mixtas con quejigos, encinas y alcornoques.
La quema reiterada de los espacios y la escasez de suelo, fomenta que en la actualidad exista una amplia distribución del matorral, generalmente compuestos por urces o brezos de diferentes especies, algunas muy importantes por su uso para la extracción de miel.
Estas peculiaridades que conserva la Sierra de La Culebra, llevaron a su declaración como Espacio Natural Protegido, entre otras catalogaciones. Si bien podemos encontrar una fauna integrada por una buena parte de anfibios, aves y reptiles, son los mamíferos los que encuentran aquí una zona de alta importancia, tal y como se avanzaba anteriormente.
De entre todos ellos, quizá dos sean las especies que más interés causan en los participantes de actividades de turismo de naturaleza en este espacio natural. El ciervo, cuyos machos en época de berrea a finales del verano, resuenan por cada cuerda de esta sierra demandando y compitiendo por los harenes de ciervas. Numerosos, son controlados de forma natural por el mayor depredador social de nuestra geografía, el Lobo Ibérico, que encuentra en estos montes la mayor población de la península.
Una especie cuya convivencia con el ser humano siempre ha sido difícil, como lo demuestran los numerosos corrales y trampas que aún pueden verse en varios pueblos de estas comarcas y que son un buen ejemplo de la arquitectura popular local. Corrales y Chozos son cerramientos de piedra que se utilizaban para proteger el ganado de los ataques del lobo, sumando este incomparable bagaje cultural a un turismo especializado en la observación de la naturaleza y de los lobos en particular, acorde a la cultura actual, comprometida con la conservación de estos espacios como uno de sus principales recursos.’
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