A finales de la semana pasada, desarrollamos otras dos nuevas jornadas del proyecto Zamora, Aves y Naturaleza
Las dos sesiones se realizaron en diferentes horarios (de tarde y de mañana) ampliando así la diversidad de aves que pudimos observar y que aquí resumimos conjuntamente, con objeto de no extendernos demasiado. Protagonistas de ambos paseos fueron las garzas reales (Ardea cinerea) que en estos momentos se encuentran en pleno período reproductor en la colonia de cría. Muchas de ellas se encuentran ya incubando sus puestas y las más «tardías» aportan material al nido.
La incomparable situación de esta colonia de ardeidas, ya que posteriormente se unen varias parejas reproductoras de martinetes (Nycticorax nycticorax), en pleno tramo urbano del río Duero, fomenta una observación única de los comportamientos reproductores de estas especies y la vida que tiene lugar en una colonia, aspecto éste que muy pronto tendrá un espacio dedicado en esta web. Por supuesto, la observación de estas especies se realiza siempre a una distancia respetuosa, dentro del código ético con el que contamos, para no interferir negativamente en la colonia.
Las frondosas y bellas orillas arboladas del Duero, comienzan a tintarse de una paleta de jóvenes verdes, pues son las salgueras, los álamos y algunas otras especies ripícolas las primeras en adornarse de tiernas hojas. Las pequeñas aves insectívoras comienzan a aparecer por la ribera, llenándose los buches con tal explosión de insectos. Es el caso de los numerosos mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita) o de las gráciles y populares golondrinas comunes (Hirundo rustica) que ya surcan nuestros cielos azules de nuevo.
De pronto, inmersos en las explicaciones hacia los participantes, aparecen los gráciles, bellos y alborotadores milanos negros, recién llegados de sus cuarteles africanos de invernada. Prestos a iniciar su reproducción nada más llegar a sus territorios de cría, vuelan excitados sobre la ribera. Con sus típicos relinchos, pronto comienzan a aportar material al viejo nido, ubicado en lo alto de un maduro álamo blanco de una frondosa isla. Pronto se suceden las ofrendas y cebas nupciales, como pudieron observar los participantes en la actividad del sábado por la mañana, cuando el macho de una de las parejas, aportó al nido un malogrado estornino negro (Sturnus unicolor), muy probablemente atropellado.
Milano negro (Milvus migrans) en vuelo.
La observación de estas gráciles, pardas y por suerte aún comunes aves rapaces, ofrecen quizá el más notorio contraste primaveral sobre la vida invernal en la ribera, compuesta por esmerejones (Falco columbarius), notorios bandos de gaviotas sombrías (Larus fuscus) y reidoras (Croicephalus ridibundus) o el nutrido grupo de garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) en su dormidero que observamos también durante la jornada del viernes por la tarde.
Gaviotas reidoras y cormoranes grandes descansando.
Con este peculiar conjunto de vida, que tiene lugar en nuestros campos a lo largo de estas próximas semanas, los participantes pueden conocer a la vez, durante la misma actividad, un buen resumen de especies invernantes y estivales presentes en este tipo de ecosistemas.
Aunque quizá dos de los protagonistas de estas últimas dos jornadas, fueron un críptico y bello Torcecuellos (Jynx torquilla) alimentándose de hormigas y el precioso Somormujo lavanco (Podiceps cristatus) que lleva ya unas semanas con nosotros luciendo su espectacular plumaje nupcial.
Torcecuellos (Jynx torquilla) observado el pasado sábado.
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Participantes de una de las jornadas pasadas.