Entre montes y estepas

El final del invierno y el comienzo de la estación primaveral, trae consigo una época de transición en nuestra naturaleza. Los aficionados más impacientes, buscan incansablemente a los primeros ejemplares de especies migradoras tempranas, que comienzan a hacerse notar en nuestros cielos. El vuelo de una mariposa pavo real (Aglais io) que se despereza del letargo invernal, el danzar lento de los abejorros entre las flores tempranas o la floración de una jara pringosa que se adelanta, también nos sirve para darnos cuenta de que la primavera está cerca.

Por el contrario, los que añoran la presencia de los viajeros del norte, disfrutan observando las altas estelas de grullas y gansos entre la paleta de nubarrones oscuros. Seas más o menos impaciente, la naturaleza sigue su curso, aunque para muchas especies, no continúen una tendencia regular en sus fenologías.

Como es habitual en esta sección, queremos compartir con vosotros, las estupendas y numerosas jornadas que estamos viviendo en estas últimas semanas. La mayoría llevadas a cabo en Castilla y León y Extremadura, se han caracterizado por momentos únicos, vividos con los participantes que acuden a las mismas. Pero si hay algo que todas ellas tienen en común, es la sensación con la que comenzamos esta crónica. La sensación de que el invierno está pegando los últimos coletazos y la primavera se va abriendo paso. La sensación de poder llegar a observar en el mismo día, a un grupo de zorzales reales alimentándose de las últimas bayas de unos serbales y que minutos después detectemos el primer críalo, intentando localizar a su pareja de urracas nodriza.

Monfragüe, La Sierra de la Culebra, Las Salinas de Villafáfila, la planicie de La Serena, el Páramo leonés o el Embalse de Alcollarín son algunos de los enclaves que hemos visitado recientemente en varias ocasiones con motivo de la realización de actividades. Queremos a continuación, realizar una síntesis de estas actividades realizadas, destacando las observaciones de mayor interés y las que nos hacen compartir con vosotros, esta bella sensación de cambios en la naturaleza que nos rodea.

El pasado 9 de Marzo, un grupo de 3 aguerridas familias disfrutaron de una Sierra de la Culebra única. La previsión meteorológica, como era previsible, condicionó notablemente la observación de mamíferos en plena libertad, pudiendo únicamente disfrutar de numerosos ejemplares de ciervo (C. elaphus). Sin embargo la visita al centro del lobo ibérico Félix Rodríguez de la Fuente, situado en Robledo de Sanabria, facilitó que los más pequeños, y probablemente más interesados participantes del grupo, pudieran observar detenidamente a este carnívoro. Además en una ocasión bastante poco habitual, observarlos en una sierra blanca, completamente nevada.

Entorno del centro del lobo ibérico con la nevada. Autor: Gonzalo Criado

Entendiendo la importancia para contribuir a la sensibilización ambiental y en concreto de esta especie de carnívoro tan perseguida, la posibilidad de observar a estos individuos de lobo ibérico (C.lupus signatus) tan sumamente cerca, permite no sólo disfrutar de su observación, sino indicar con mucho detalle aspectos morfológicos de la especie y tomar bellas fotografías como estas.

Ejemplares de lobo ibérico. Centro del Lobo Ibérico Félix Rodríguez de la Fuente. Autor: Gonzalo Criado

La guinda del pastel fue la primera observación del año, muy breve pero también de una belleza muy atípica, de un ejemplar adulto de Alimoche (N.percnopterus), sobrevolando una campa nevada en compañía de un Milano negro (M.migrans). Ambas especies únicamente estivales en la zona dónde nos encontrábamos.  Una observación que resalta, la sensación sorpresiva de estar en el campo, más si cabe en esta época de plenos cambios. Minutos antes disfrutábamos, observando en las copas de los pinos silvestres, la persecución de unos juveniles de Piquituerto común (L. curvirostra) tras el progenitor.

Grupo de participantes avistando fauna.

Sólo unos pocos días después, disfrutábamos con otros participantes del incalculable valor de nuestros humedales, visitando el embalse de Alcollarín y Las Salinas de Villafáfila. Disfrutábamos no sólo de las especies acuáticas, congregadas a miles en ambos humedales, sino también de los primeros avances del cortejo de la mayor ave voladora, la Avutarda (O. tarda).

La presencia de varias especies de limícolas en pleno paso migratorio y anátidas, muchas de éstas , presentes durante todo el invierno, facilitó el aprendizaje en la identificación de diversas especies. Aunque sin duda, los protagonistas de la lámina de agua, fueron dos querenciosos ejemplares juveniles/subadultos de Flamenco (P. roseus), que llevan los últimos meses aquerenciados a esta importante zona húmeda. Poco a poco, para los que los hemos visto en varias decenas de ocasiones durante estos meses, apreciamos como van tiznando su plumaje con una coloración más rosácea, propia de la especie. Observamos también un comportamiento similar al de cortejo, ¿quién sabe? Quizá un día podamos corroborar el primer intento de reproducción de esta especie en la comunidad.

Foto testimonial de los dos ejemplares de flamenco.

 

Días más tarde, con un tiempo mucho más estable, disfrutamos de nuevo de ellos y de muchas más especies con un apreciado grupo de participantes, de procedencia gallega. El total de especies observadas durante la jornada fue de 63 especies, algo sin duda, nada desdeñable. Este grupo no sólo disfrutó de uno de esos días memorables en el campo, sino que además consiguió realizar hasta un total de 11 bimbos (terminología que se emplea para destacar las especies observadas por primera vez). Desde aquí queremos agradecer enormemente las fotografías que nos hicieron llegar, especialmente José Manuel Mouriz, cuyo blog Afotaves no sólo tiene una sucesión de entradas muy detalladas de la preciosa jornada que aquí resumimos, si no también una estupenda colección de fotografías y momentos inolvidables con las aves. ¡Os recomendamos una interesante visita por él!

La jornada comenzó con la observación de los bellos milanos reales (M. milvus), para rápidamente descubrir a los grandes barbones realizando la rueda por todas partes. Pronto también descubriríamos a otra de las rarezas que se han dado recientemente en la zona, un tarro canelo (T. ferruginea) . La observación conjunta con su pariente el tarro blanco (T. tadorna), propició una buena comparativa entre ambas especies.

Milano real y grajilla utilizando el mismo posadero. Autor: José M. Mouriz

Tarro canelo (fotografía superior) y barbón de Avutarda (fotografía inferior) realizando la rueda. Autor: José M. Mouriz

Pronto la observación de otras especies típicas de la campiña agrícola como los cernícalos vulgares (F. tinnunculus) y cernícalos primillas (F. naumanni), sería una antesala de las rapaces que observaríamos tiempo después.

Hembra de cernícalo vulgar (fotografía superior) y cernícalo primilla macho (fotografía inferior). Autor: José M. Mouriz

Después de localizar a los flamencos más famosos de la reserva, pudimos deleitarnos con el vuelo de un halcón peregrino (F.peregrinus),  la alimentación de cigüeñuelas (H. himantopus) y avocetas (R.avosetta), o la detección de una espátula (P. leucorodia) descansando de su periplo migratorio. A la vez, los aguiluchos laguneros (C. aeroginosus) se afanaban en llevar presas y material a sus nidos.

Macho de aguilucho lagunero con aporte para el nido. Autor: José M. Mouriz

Grupo en las proximidades de Otero de Sariegos. Autor: José M. Mouriz

Pero la jornada tan satisfactoria no iba a ser menos durante la tarde y el anochecer. Después de la parada para la comida, reemprendimos la actividad, recorriendo y visitando otra serie de lagunas de menor entidad, donde las cercetas comunes (A. crecca) o los elegantes ánades rabudos (A. acuta) se alimentaban y descansaban. Decidimos entonces, acercarnos a las zonas limítrofes de la reserva, dónde el mosaico agrícola, tiende a ser más forestal, observando en pocos minutos a la primera Culebrera europea (C. gallicus), numerosos milanos negros (M. migrans), buitres leonados (G.fulvus) y a una preciosa pareja de águilas imperiales ibéricas (A. adalberti).

Adulto de águila imperial ibérica. Autor: José M. Mouriz

Adulto de águila imperial ibérica. 

Pronto, retomamos los últimos momentos de luz solar para localizar una bella y rauda pareja de ortegas (P. orientalis), muchos más barbones realizando la rueda y dos especies de aves ligadas al medio estepario que no habíamos observado en toda la jornada. De pronto, en la larga lejanía y con bastante dificultad, localizamos dos machos de sisón (T. tetrax) en vuelo. Cerca de su ubicación, localizamos con el telescopio a un tercer individuo, una preciosa hembra.

La tarde iba dando paso al anochecer y por supuesto, las aves rapaces nocturnas comenzaron a ser las protagonistas. En primer lugar con la observación de varios individuos de Búho campestre (A. flammeus) sobrevolando los cultivos, realizando cortejos y lances de caza.

 

Búho campestre en vuelo de caza. Autor: José M. Mouriz

Para finalizar y con apenas luz, sorprendimos a un simpático mochuelo europeo (A. noctua), y fuimos sorprendidos por la dama blanca de la noche, la Lechuza común (T. alba).

Adulto de lechuza común sobrevolándonos. Autor: José M. Mouriz 

Sin duda, no nos queda más que agradecer por esta estupenda sucesión de actividades, a todos los participantes que hicieron posible cada una de ellas, despidiendo esta crónica con una bella estampa, prácticamente ya primaveral, de un grupo de espátulas euroasiáticas (P. leucorodia)  haciendo un alto en su camino, detectadas en la última jornada realizada. ¡Bienvenida primavera!

Grupo de espátulas euroasiáticas descansando en un humedal extremeño. 

 

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