Los tesoros escondidos del Páramo leonés

A comienzos del mes de julio, disfrutábamos junto a un grupo de queridos participantes procedentes de Valladolid, de dos jornadas dedicadas a la observación de naturaleza, en pleno Páramo leonés.

Este rincón de la geografía leonesa y también sus alrededores más inmediatos en la vecina provincia zamorana, es desde hace casi 4 años, uno de los lugares dónde desempeñamos gran parte de nuestro esfuerzo. Un afán en el estudio, la conservación y la puesta en valor de la riqueza natural que también albergan las áreas de mosaico agrícola de nuestro país. A través de actividades de observación e interpretación en estas zonas o de la puesta en marcha de nuestro más ambicioso proyecto «La Coruja», continuamos con nuestra labor de divulgación ambiental. Al igual que otros muchos factores importantes para la conservación de estos ambientes, más degradados que, por ejemplo, algunas zonas forestales, creemos en que sí algo no se conoce y valora, difícilmente se puede llegar a conservar. Y además, apostamos firmemente por que la naturaleza, este valor conjunto pero único en cada comarca, sea también un recurso más a tener en consideración en la economía de la población rural.

Como os comentaba anteriormente, en pleno verano, en el mes de julio, cuando el calor y el agostamiento de la vegetación torna el páramo del verde primaveral al dorado, cuando quizá es aún más complicado observar ciertas especies de aves que ya han finalizado sus cortejos nupciales o incluso han sacado adelante a su prole, y cuando salvo en el frescor de la noche, todo parece en calma, justamente ahí, nuestro grupo de apasionados participantes repitió con nosotros.

En la anterior ocasión, visitamos un área extremadamente amplia del centro y oeste de las provincias zamorana y leonesa. Sin embargo, durante esta visita, realizamos únicamente una incursión en el páramo bajo, allí donde se mezclan los cultivos de regadío con los de secano, salpicados de pequeñas masas boscosas.

El foco de atención de nuestros participantes fue claro, las aves rapaces propias de medios abiertos como la campiña agrícola y por supuesto, las aves esteparias. Y no se dio nada mal, por que la observación de muchas de ellas fue notable.

Los jóvenes del año de avutarda (Otis tarda), ya bien crecidos, en compañía de las hembras, se refugiaban del calor en las parcelas más húmedas, aprendiendo a capturar numerosos insectos para completar su desarrollo. Cerca de ellas, los habituales corzos (Capreolus capreolus), correteaban entre las espigas de los campos de cereal, ofreciéndonos unas estampas muy singulares y bellas.

Pronto, la presencia de algunas especies de rapaces, que comenzaban con sus campeos matutinos hicieron acto de presencia. Nuestro itinerario nos permitió observar a las tres especies de aguiluchos reproductoras habituales en nuestro país. Para los conocedores de la zona, esto podría no tener ningún misterio, al ser especies frecuentes en la campiña cerealista, pero a excepción del aguilucho lagunero occidental (Circus aeroginosus), los aguiluchos cenizo (Circus pygargus) y pálido (Circus cyaneus), están experimentando en los últimos años un descenso alarmante de sus poblaciones, y el páramo bajo no está siendo una excepción. La contemplación de los movimientos gráciles de caza, especialmente de los machos de aguilucho cenizo, es sin lugar a dudas, una de las mejores vivencias que pueden darse en estos parajes.

Siguiendo el aleteo de los cada vez más escasos ejemplares de aguilucho cenizo, descubrimos con los prismáticos, a otra de las rapaces frecuentes aunque nunca abundantes que nos visita durante la época estival, la culebrera europea (Circaetus gallicus). A diferencia de los gráciles aguiluchos, sus proporciones masivas y sus técnicas de caza sobre preferentemente ofidios, favorecen observaciones largas.

En estos entornos, la búsqueda de otras especies de alto interés, pasa, irremediablemente por recorrer un área extensa, pero también por la visita a pequeños montes y zonas forestales o de los alrededores de los numerosos pueblos. La presencia de los humanos y de sus labores agrícolas sobre el medio, favorecen la existencia, cada vez más rara, de pequeños biotopos como los huertos, que a su vez suelen estar rodeados de frutales y que a diferencia del yermo terreno de secano, ofrecen agua en mayor abundancia.

Es aquí, dónde el número de aves paseriformes y también de herpetos y otros vertebrados conviven estrechamente con los humanos, especialmente durante la estación más seca. Algunos ejemplos durante nuestra actividad, fueron el torcecuello euroasiático (Jynx torquilla), el pico picapinos (Dendrocopos major), o la oropéndola (Oriolus oriolus).

Las zonas urbanas también favorecen la existencia de recursos dónde reproducirse para un buen número de aves, utilizando las tenadas viejas, oquedades en los muros de adobe y tapial, o sobre diversas estructuras. Y es que, en muchas ocasiones, la naturaleza está a la puerta de casa, tan sólo hay que estar atentos. En algunas de las localidades que visitamos, pudimos descubrir a dos de las aves rapaces más familiares, al menos en las décadas precedentes, de una inmensa mayoría de nuestros pueblos. El cernícalo primilla (Falco naumanni) y el mochuelo europeo (Athene noctua), fueron también protagonistas de nuestra actividad, y por méritos propios. Cada vez resulta más díficil observar las alegres siluetas de los primeros, o escuchar el maullido crepuscular del segundo, sobre tenadas y campos de cultivo.

Tanto es así, que en la anterior visita con parte del mismo grupo de participantes, el escurridizo mochuelo nos dio plantón, allí dónde hasta no hace mucho tiempo, era frecuente.

Para finalizar la primera parte de nuestra actividad, un joven zorro (Vulpes vulpes), salió a nuestro paso.

Al día siguiente comenzamos muy temprano, para intentar observar a una de las especies que, verdaderamente, podemos decir que es una de esas joyas aladas de las zonas agrícolas. Mucho más abundante y conocido hace tan sólo un par de décadas atrás, el sisón (Tetrax tetrax) permanece a duras penas, volviendo año tras año a detectar algunos individuos en sus zonas de reproducción. Mucho más extendido en las provincias de Zamora y de Léon, hoy en día resulta muy complejo de observar y ha desaparecido de otras muchas zonas. El Páramo Bajo y algunas otras áreas, especialmente de ambas provincias, son actualmente, sus últimos reductos en la meseta norte, dónde intentan seguir perpetuando a su especie. Nuestro esfuerzo valió la pena al conseguir observar un total de 3 machos.

Para finalizar nuestra actividad y la crónica-resumen, disfrutamos también de dos ejemplares diferentes de halcón peregrino (Falco peregrinus).

Sin duda dos gratas jornadas en el corazón del Páramo Bajo leonés, dónde la observación de fauna fue todo un éxito. Queremos agradecer a todos nuestros participantes, especialmente a José, Miguel y Danielle por las magníficas fotografías aportadas que ilustran esta crónica. Y especialmente por su inmejorable compañía durante ambas ocasiones con nosotros, a los que dedicamos esta crónica-resumen.

A Danielle y a Miguel, quiero agradecer personalmente su interés constante en la naturaleza, y el magnífico detalle que tuvieron al finalizar la actividad. Cuando la pasión y el trabajo se unen como es nuestro caso, pero además los participantes nos regalan detalles realizados con un enorme cariño, nos llena de orgullo y de fuerza para seguir realizando nuestra labor diariamente. GRACIAS

2 thoughts on “Los tesoros escondidos del Páramo leonés

  1. Como participantes en esta salida queremos expresar lo interesante que fueron estas dos jornadas.
    Salimos con la idea de ver aves rapaces más lo que se presentará;el conocimiento del terreno de Gonzalo hizo que se superarán nuestras expectativas.
    En el transcurso de los desplazamientos los comentarios de Gonzalo,con su amplio saber sobre ornitologia fueron muy enriquecedores; sin olvidar su amabilidad presente en todo momento.
    Gonzalo, a pesar de la situación actual, con los incendios castigando parte de esta riqueza natural, buscaremos el momento y lugares para volver a encontrarnos.
    PS: Encantada de haber podido ver y fotografiar esos mochuelos tan entrañables!

    Miguel y Danielle

    1. Muchas gracias como siempre por vuestro interés durante la actividad. Esperamos volver a disfrutar de la naturaleza juntos muy pronto.

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